Entrada ya la primavera, es momento de repensar el camino ya andado en los cursos del Centro Sopeña Madrid y el que queda por andar. Camino de ida y de vuelta, como la recompensa que aquí se produce.
En muchos casos incorporaremos nuevo alumnado a nuestra amplia oferta formativa con lo que ello conlleva de nuevas ilusiones y proyectos, retomando temario y renovando propuestas, según las circunstancias.
El espejo retrovisor nos va mostrando los distintos ritmos y posibilidades del alumnado con lo que vemos con claridad a quiénes hay que ir apoyando en tal o cual cosa.
En todos los casos, nos satisface ver cómo nuestra labor sirve para dar impulso a personas que han apostado de forma valiente por mejorar su futuro. Es la misión de la Fundación Dolores Sopeña a la que pertenecemos.
Vamos viendo la “meta” y pensando en nuevos proyectos de futuro para el curso próximo.
En este mundo lleno de incertidumbres y pocas certidumbres, es de admirar cómo hay alumnos y alumnas que, sacando tiempo de sus ajetreadas vidas, dedican parte de sus jornadas formarse y participar activamente en sociedad.
La formación integral del Centro Sopeña Madrid es un trampolín para la mejora sustancial en la vida de muchas personas, esa es nuestra misión.
Además, en el Centro se crea un cálido ambiente de familia y los cursos se acaban con nostalgia.
Esa es parte de la “recompensa”: la huella que nuestro trabajo y su esfuerzo puede dejar en ellos, en sus corazones. Porque la formación integral y nuestra propuesta formativa llegan hasta ahí, hasta el corazón de nuestros alumnos y toca el nuestro.
Habitualmente se habla de lo que profesores y personal del Centro, en general, aportamos al alumnado, pero es justo reconocer lo que esos alumnos y alumnas nos enriquecen, acercándonos a personas de lugares y culturas muy variadas.
Sería interesante tener en cuenta que las circunstancias de cada uno son cambiantes y que quizá un día seamos nosotros los que estemos del otro lado. Una vez más, la recompensa de ida y de vuelta.