El Día Internacional del Abrazo se celebra cada 21 de enero desde 1986, cuando Kevin Zaborney, psicólogo y Máster en Teología, preocupado por la falta de muestras de afecto, propuso una jornada para recordarnos la importancia de los pequeños gestos que transmiten amor y apoyo.
Desde entonces, ha ganado popularidad a nivel mundial gracias al comprobado impacto positivo que genera en la salud física y emocional de las personas.
El Centro de Formación y Capacitación Sopeña Madrid, a través de sus valores de acogida, solidaridad y fraternidad, fomenta relaciones de cercanía y favorece el espíritu de familia. Y qué mejor manera de hacerlo que a través de los abrazos.
Cuando tenemos un mal día nos gusta que alguien nos abrace. Este gesto que puede parecer muy sentimental tiene su explicación en la ciencia.
Alicia Castillo, académica de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explica que los abrazos aumentan una hormona denominada oxitocina, conocida como la hormona del amor.
Cuando tenemos oxitocina en la sangre nos genera bienestar, paz interior, serenidad, equilibrio, nos ayuda a superar nuestros miedos, nos volvemos más sociables y tendemos a ver a la gente con “mejores ojos”.
Es un neurotransmisor que actúa en el cerebro y produce sentimientos de alegría, contribuye a reducir el cortisol, la hormona relacionada con el estrés.
Los abrazos aumentan los niveles de serotonina y dopamina. Estas sustancias generan sensaciones de placer y bienestar, convirtiendo al abrazo en una herramienta sencilla pero poderosa para mejorar la calidad de vida.
Los abrazos “son una expresión del corazón que trasciende los idiomas”. “Permiten conectar desde la autenticidad y la aceptación de nuestra propia vulnerabilidad, comunicar respeto y solidaridad. Muchos conflictos podrían resolverse con un abrazo”, según Kathleen Keating, autora del libro “La terapia del abrazo”.
Un abrazo colectivo