Un acto tan cotidiano como la alimentación se torna, para muchos millones de personas en el mundo y para muchos vecinos cercanos a nosotros, el algo diariamente muy complicado.
La semana pasada se celebró el Día Mundial de la Alimentación y, si es siempre difícil, este año, en el que sumamos una crisis sanitaria y económica como la que ha provocado la COVID19, el hecho de acceder a alimentos se convierte en casi imposible.
Como nos recuerda la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), este año no es un año normal y corriente, por tanto, necesitamos algo más que medidas normales y corrientes para facilitar ese acceso a una alimentación idónea.
Si hasta ahora se presentaban numerosas complicaciones para paliar en lo posible la lacra del hambre en el mundo, la COVID19 entorpece totalmente las labores humanitarias contra el hambre de todas las entidades que a ello se dedican, grandes o pequeñas.
Por eso la FAO hace un llamamiento a la solidaridad mundial.
Por nuestra parte, nos sumamos a esa ola solidaria. Nuestra fundadora, Dolores Sopeña, se asomó a la pobreza extrema en sus comienzos y durante toda su vida.
Desde muy joven se interesó por compartir su vida y lo que tenía con los más desfavorecidos, con aquellos que no habían tenido oportunidades.
Su vida de servicio a los demás es algo que cala en cada uno de nuestros Centros Sopeña por el mundo y también en este.
Hemos de pensar que las grandes y pequeñas organizaciones humanitarias, las grandes y pequeñas campañas, programas de ayuda, iniciativas… se nutren de los actos individuales, del compromiso de cada uno de nosotros.
Asumiendo que de forma personal e individual podemos trabajar por una ecología integral para que el mundo sea cada vez más justo y cuidado. Para que la Casa Común, que es este mundo que compartimos sea la casa de una gran familia.
Participemos en lo pequeño para ayudar a lo grande: Sopeña Construye Vida.