El pasado mes de noviembre, el Centro Sopeña Madrid inauguró con éxito el Club Senderista Sopeña. En esa ocasión hubo 30 participantes y la experiencia de hacer el camino fue muy buena, lo que nos animó a continuar con más ganas. Y las expectativas se han cumplido.
Cada curso la Fundación Dolores Sopeña elige una frase que será la que guíe las acciones del año y en esta ocasión es “Somos camino, somos Sopeña”.
El Club Senderista no podía iniciar mejor su andadura que con este lema. Una importante parte de la formación que se ofrece pasa por las relaciones interpersonales, el sentirse compañeros tanto dentro como fuera del centro.
La ruta elegida en esta segunda edición fue la que nos acercó a la Cascada del Purgatorio, un espectacular salto de agua localizado en la sierra de Guadarrama, en uno de los afluentes más importantes del río Lozoya, el Arroyo del Aguilón.
Nuestro punto de encuentro inicial, como no podía ser de otro modo, fue nuestra casa común el centro Sopeña, allí nos recogió el autobús hasta Rascafría donde comenzamos el camino.
Aunque la ruta no era sencilla nos ayudamos entre nosotros y tuvimos la buena fortuna de que el tiempo nos acompañó en todo momento, así que disfrutamos del camino, del paisaje y de la buena compañía.
En esta ocasión hubo entre los alumnos quién repitió experiencia como Claudia y Scott y la grata sorpresa de que también nos acompañara Milton, un vecino del barrio y su familia.
La recompensa al esfuerzo del camino fue la espectacular vista de la Cascada del Purgatorio, nuestra meta y comienzo de nuestra vuelta.
En la ruta de regreso paramos a comer y aprovechamos para descansar y charlar tranquilamente antes de visitar el Monasterio de El Paular.
La visita al Monasterio, con la que terminamos nuestra ruta, nos descubrió un magnífico conjunto monumental declarado Bien de Interés Cultural. Comenzó como monasterio cartujo y en la actualidad es benedictino.
Uno de los nueve monjes benedictinos que viven en el Monasterio en la actualidad nos acompañó en nuestra visita mostrándonos las diversas capillas y el interior del claustro.
La vuelta a casa se hizo corta porque el cansancio pudo con nosotros, pero volvimos con la satisfacción de haber hecho camino y también familia Sopeña.
¡Somos camino, somos Sopeña!