El verano podría ser una oportunidad para que las familias disfruten juntas; sin embargo, para muchas de las familias de alumnos y alumnas del Centro Sopeña Madrid las largas vacaciones escolares se convierten en un rompecabezas logístico y emocional, especialmente cuando ambos progenitores trabajan.
Según la Plataforma de Infancia, un 50 por ciento de las familias españolas considera que los campamentos de verano son una herramienta clave para poder conciliar la vida laboral y familiar, pero esta solución no está al alcance de todos: un 14 por ciento reconoce que tienen un alto coste y no puede permitírselo.
Lo que viene a reflejar que conciliar en verano, en muchos casos, es un privilegio más que en un derecho.
Las desigualdades económicas limitan las opciones de numerosas familias, obligando a muchas madres —en su mayoría— a reducir jornadas, pedir permisos no remunerados o incluso renunciar temporalmente a sus empleos.
Si a esto le sumamos la sistemática presión de encontrar una plaza disponible en los campamentos de entidades públicas, que muchas veces se agotan en cuestión de días u horas, se añade más ansiedad a un proceso ya de por sí estresante.
Para muchas personas trabajadoras solicitar permisos o adaptar horarios laborales para cuidar a sus hijos e hijas en la época estival es un lujo que no pueden permitirse.
Las excedencias por cuidado de menores se disparan y, casi el 90 por ciento, de las solicitantes son mujeres, lo que impacta una vez más negativamente en su carrera profesional y autonomía económica.
Mientras tanto, desde la comunidad educativa del Centro Sopeña Madrid animamos a las familias a apoyarse mutuamente.
Aunque no es la solución más idónea, a menudo, los pequeños gestos colectivos pueden marcar una gran diferencia.
Crear redes de apoyo vecinal, por ejemplo, permite que padres y madres se organicen para turnarse en el cuidado de los menores, compartir desplazamientos o incluso planificar actividades conjuntas que alivien el peso diario de la conciliación.
También es útil compartir información sobre campamentos accesibles, actividades gratuitas en centros culturales o recursos públicos disponibles, como bibliotecas con talleres de verano o espacios municipales de ocio.
Cuando una familia accede a una oportunidad, puede abrir la puerta a muchas más simplemente compartiendo la información.
Además, es que desde la Fundación Dolores Sopeña creemos firmemente en el poder de la comunidad educativa como espacio de contención y colaboración.
Por eso, animamos a madres, padres, educadores y voluntarios a fomentar entornos donde la solidaridad no sea la excepción, sino la norma.
En momentos como el verano —donde las estructuras habituales de organización familiar se desdibujan—, no sentirse solos es un primer paso fundamental para sobrellevar el desafío emocional y logístico de la conciliación.
Porque conciliar no debería ser una carga individual ni una prueba de resistencia personal, sino un compromiso colectivo en el que todos —escuelas, familias, empresas y administraciones— sumen esfuerzos para cuidar lo más importante: el bienestar de niñas y niños y el equilibrio de las familias.