Los alumnos y alumnas del Curso de Atención Sociosanitaria a Personas Dependientes en Instituciones Sociales salieron del aula-taller para dar un paseo, pero no un paseo normal, sino uno con el que pudieron experimentar cómo es la accesibilidad en la ciudad para personas con dificultades motoras y sensoriales.
Durante el trayecto por las inmediaciones del Centro Sopeña Madrid, los y las estudiantes entraron en establecimientos, cruzaron calles hasta la Avenida de la Albufera, arteria de tráfico intenso del distrito, esperaron al autobús y, de camino hacia el Bulevar, sacaron dinero del cajero automático.
Todas actividades de la vida cotidiana para las que las personas con dificultades tanto de movilidad como sensoriales se encuentran con muchísimas barreras y complicaciones, cuando no imposibles.
Se valieron de productos de apoyo como sillas de ruedas, andadores, muletas o bastones y, por otro lado, antifaces y cascos anti ruido para acercarse a la realidad de personas con problemas de vista y audición.
La profesora de este Certificado de Profesionalidad, Amelia Hacar, que apuesta por el aprendizaje experimental, organiza estas actividades prácticas y salidas fuera del Centro, convencida de que es una excelente forma de asentar conocimiento y amenizar la formación.
Esa es además una de las características de la formación integral que llevamos a cabo en todos los centros de la Fundación Dolores Sopeña, a la que también pertenece nuestro Centro Sopeña Madrid.
¿Cuál es el objetivo de esta actividad? Concienciar sobre los obstáculos a los que se enfrentan diariamente y en momentos cotidianos las personas con discapacidad tanto física como sensorial.
Algo tan sencillo como cruzar un paso de cebra se complica enormemente si no vemos u oímos a los vehículos que se aproximan.
O querer entrar en una farmacia que solo tiene escalones, con una silla de ruedas o andador.
¿Cómo sabe una persona invidente qué autobús debe coger si en la marquesina no hay un dispositivo con sonido que se lo anuncie?
Otra actividad muy habitual para la que la mayoría no tenemos inconvenientes es el acceso a una boca de Metro sin ascensor.
Pero para las personas que se desplazan en sillas de ruedas o utilizan muletas o andadores, o carritos de bebés o de la compra, los obstáculos les impiden participar en igualdad de condiciones.
El alumnado fue tomando nota de todos las limitaciones y trabas que hay en el barrio, además de las facilidades, que también existen, como tiendas y locales con rampa de acceso al interior; cajeros bajos para poder usarlos desde una silla de ruedas o por personas con acondroplasia; diferencias de relieve en los pasos de cebra para que las personas ciegas con bastón se puedan ubicar…
Parte del trabajo fue proponer soluciones para estas dificultades. Después reflexionaron sobre la actividad y hubo acuerdo en que les iba a servir para ser personas más empáticas, asertivas y hacer mejor su trabajo como futuros cuidadores de personas en situación de dependencia.